El lugar donde todo empezó by Andrea López

El lugar donde todo empezó by Andrea López

autor:Andrea López [López, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-04T00:00:00+00:00


Capítulo 15

La nueva Betty

Lola

—Estoy segura de que ella se sentaba aquí… —⁠afirmo al ver los ojos de David fijos en mí.

Lo digo convencida, porque lo siento así. No me cuesta nada imaginármela en esta misma roca en la que yo estoy ahora, siendo tan solo una adolescente enamorada que pensaba en Joaquín, en ese amor con el que tanto anhelaba encontrarse, o pasando el tiempo con Herminia. Nunca la he visto, no conozco su apariencia; no obstante, la vislumbro como una chica fuerte, risueña y romántica. Un alma pura y libre, un espíritu adelantado a su tiempo e imposible de someter.

Casi puedo ver a ambas amigas, llorando, riendo, charlando, planeando un futuro incierto que se escapaba de sus manos o de su control y que ambas deseaban disfrutar.

¿Qué ilusiones tendría? ¿Qué sueños desearía cumplir? Espero con todo mi corazón que, a pesar de no haberse reencontrado con su primer gran amor, al igual que le sucedió a Joaquín también ella haya podido disfrutar de una vida feliz.

Observo a David preguntándome si él la sentirá tan cercana como yo la siento.

Lo recorro de arriba abajo con la mirada y el atractivo que desprende es tal que cualquier pensamiento racional se esfuma y creo que me olvido de respirar.

¿No dijo Tati hace un rato que se había convertido en una especie de ángel de la guarda? Pues, en efecto, nunca se ha parecido tanto a uno como en este momento.

Viste vaqueros oscuros y una camiseta que se adapta a su tonificado cuerpo. Sus ojos verdes brillan profundos como un bosque sin explorar y su sonrisa… De ella mejor ni hablamos porque esa sonrisa es una puñetera arma mortal.

Trago saliva con fuerza y desvío la mirada a la mano con la que acaricia el agua; sus dedos se mueven ligeros dejándola deslizarse entre ellos y, de forma inconsciente, sin pararme a pensarlo siquiera, me pregunto cómo será sentirlos sobre mí. Tocándome. Acariciándome… La simple idea hace que se me seque la garganta y un calor abrasador suba por mi cuerpo haciéndome enrojecer.

Recuerdo nuestro «casi beso» en la plaza, la forma firme pero suave en que su mano se agarraba a mi cintura, la sensación de su cálido aliento sobre mi piel y, aunque solo nos separan unos metros, la distancia que se interpone entre nosotros se me antoja infinita e interminable.

Mis ojos, siguiendo su propia voluntad, se pasean por su cuerpo con parsimonia hasta detenerse en los suyos, que se oscurecen volviéndose todavía más intensos e impenetrables.

Anhelo sentirlo más cerca y, como si acabase de leerme la mente, él se levanta y se acerca despacio para sentarse junto a mí.

Su pierna roza la mía y, a pesar de la molesta barrera en que se convierte la ropa, que me impide tocar su piel, ese simple contacto me hace estremecer.

David, para quien mi reacción no pasa desapercibida, me regala una sonrisa tan atractiva como cargada de promesas que me hace olvidarme hasta de dónde estoy.

Una de sus manos sostiene mi mejilla mientras la otra atrapa mi cintura con cierta actitud de posesión.



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